La noche del veintinueve del pasado, la
sociedad dramática del Sr. Romualdo Diaz ofreció por primera función en el
teatro de esta ciudad un concierto de música vocal e instrumental, con que fue
embelesado este público que tanto gusto ha manifestado siempre por la música.
LA función empezó por una sinfonía del célebre Arequipeño Pedro Tirado, que fue
muy bien ejecutada. Enseguida la señorita Diaz cantó dos arias, la una del
maestro Cristiani, y la otra de Cimarosa; ambas piezas exquisitas. Lució en
ellas su buen estilo, y la dulzura de su voz, e hizo sentir todo el mérito de
la composición. Lo más notable de la ejecución fue para nosotros un pasaje en
que la señorita Diaz imitó los picados de la flauta con tanta propiedad y
hermosura, que el instrumento más fino apenas le igualaba. Después siguieron:
un dúo serio de la ópera del Tancredi, obra digna de su autor el divino Rossini,
y que se ejecutó muy bien por el Sr. Diaz, y su esposa; una polaca muy
expresiva y dulce de Cristiani, y otras distintas arias y dúos de los mismos
autores que actualmente son los más celebrados en la Europa. Concluyó la
función con una tonadilla intitulada: la dama curiosa de muy hermosa música, y
fue canta con mucha expresión y gracia. En todo cuanto cantó a señorita lo hizo
con propiedad, exactitud y el mejor gusto. Cuando corría una diapasón cromática
era admirable la claridad con que hacía percibir todos los tonos, y semitonos,
y los giros artificiosos con que la música de Rossini pasa de unos a otros, y
del alto al grave, los hizo con todo primor. También nos agradó mucho el canto
del Sr. Diaz, pues, aunque su voz no es muy flexible, su gran oído, su
inteligencia en la música, y la expresión con que canta, lo suplen todo. Rogamos
a la sociedad dramática, que en las funciones que dé en lo sucesivo, no deje de
haber canto, y se prefiera la música de Rossini y Jenerali. Querríamos también,
que la señorita Diaz cantase siempre en tono alto, porque así es como ejecuta
mejor, y lucen más su habilidad y destreza.
El Boliviano. No. 115. Chuquisaca, jueves
2 de mayo de 1832. Pág. 1-2
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