Nos es muy agradable tener frecuentes
ocasiones de ocuparnos de este asunto, y por lo mismo diremos que como no hay
un entretenimiento, ni más noble, ni más fecundo en placeres que el de los
espectáculos teatrales, con ningún otro tampoco podía celebrarse mejor el
arribo de su excelencia a esta capital. Fue por este motivo que el colegio de
Junín se apresuró a repetir en la noche del 6 la representación del drama
sentimental el Verter; adornándola con una vistosa pantomima en que los
jóvenes que la ejecutaron lucieron su agilidad y destreza, y con una de las
piezas del célebre Moliere traducida al castellano, les Precieuses ridicules.
La ejecución de la comedia, tan perfecta
en la primera vez, no lo fue menos en esta ocasión; y aun puede decirse que los
actores dieron a conocer mejor sus aptitudes y lo bien poseídos que estaban,
cada uno de sus personajes. En cuanto a la pieza representada en lugar de
sainete basta decir que es composición del gran Moliere, para que los literatos
se formen una idea de su mérito. Su objeto es poner en ridículo a las personas
de uno y otro sexo, que desnudas de prendas que las recomienden, quieren
brillar en la sociedad por los oropeles del vestido, por un lenguaje afectado y
lleno de pedantería que reprueba el buen sentido, o por aires y maneras a que
se da el nombre de elegancia y que solo sirven para hacerlas visibles. El autor
ha traducido su plan de un modo que nada de la que desear; porque después de
poner a sus personajes en el verdadero punto de vista que merece su extravagancia,
el desenlace es tan natural como propio para cubrirlos de confusión, y retraer
a sus imitadores de la ridícula pretensión de hacer en la sociedad un papel que
no les corresponde. La ejecución fue inmejorable, y no desairó en nada al
mérito de la pieza. Todos se desempeñaron bien, pero tuvieron más ocasión de
lucir sus aptitudes, los jóvenes que representaron las partes de Mascarilla y
Magdalena y otro petimetre, por la propiedad con que supieron imitar ese aire
fatuo y pomposo de los elegantes exagerados, vulgarmente conocidos por filarmónicos.
Con el mismo fin de obsequiar a su
excelencia dio el señor Rosquellas la noche del 8 ayudado de algunos individuos
de la sociedad dramática del país, la representación de las dos piezas de Adolfo
y Clara y de la Travezura. Nada diremos del mérito de ellas por no
alargar este artículo, ni del desempeño del mismo señor Rosquellas y de su
admirable hijo Pablito, que en todas ocasiones sostienen su bien merecida
reputación. Más no debemos pasar en silencio el del dr. Gregorio Reinols en el
papel de Cerverti; porque un consumado profesor no puede imitar con más
perfección el carácter y todos los accidentes de un viejo astuto y suspicaz,
que lucha por evitar lo que al fin le sucede. El socio don Mariano Larrazabal y
los jovencitos Juan Chopitea y Bernardo Soto se desempeñaron con toda
propiedad; los primeros en los papeles de Francisco y Ermantina, y el ultimo en
el de payo Lucas, tan justamente aplaudido por ser la primera vez que se
presenta en la escena. Sabemos que la academia de practicantes jurista prepara
también en obsequio de su excelencia una función teatral; y que será muy
sensible a la sociedad dramática que el corto tiempo que parece debe permanecer
aquí su excelencia, la prive del placer de obsequiarlo con otra que se dispone,
y que por circunstancias inevitables no podrá tener lugar hasta el de este.
No concluiremos el presente artículo sin
volver a llamar la atención sobre la incivilidad con que unos cuantos señores
se presentan en el coliseo con los sombreros encasquetados, faltando al respeto
que se merece toda reunión, y dando motivo a que se forme una idea nada
ventajosa de la cultura del país. Ya que no se enmiendan de esta falta con lo
que hemos dicho otra vez, esperamos que la policía lo impida destinando un
comisario que cele exclusivamente sobre este desorden y sobre el que todavía se
comete por alguno que otro de fumar en el coliseo. Volveremos también a pedir a
las señoras que toman asiento en las lunetas que no continúen en el injusto empeño
de mortificar a los que tienen la desgracia de colocarse a sus espaldas, con
ese bosque erizado de descomunales peinetas y morriones de plumaje que parece
quisieran hacer legar hasta las nubes. Diremos, sin embargo, que las señoras
del país se reformaron a la primera insinuación que se hizo sobre esto con una
docilidad que hace honor a su educación y buen juicio; más como otras que no
son de Chuquisaca se empeñaron en manifestar un alma grande superior al que
dirán resulto de aquí que las primeras no quisieron ser menos; y con razón
porque también tenía muy buenas peinetas que lucir. Más, a pesar de esto, les
suplicaremos que en vez de imitar el ejemplo de unas pocas en lo que solo
merece censura, continúen dando pruebas de su moderación y prudencia. Así se
harán apreciables ante las gentes; mientras que las otras serán… una cosa
parecida a las Preciosas ridículas.
El boliviano. No. 63. Chuquisaca, domingo 18 de mayo de 1834. (Tomo 2º). Pág. 2
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