martes, 9 de noviembre de 2021

Teatro. El boliviano No. 63

Nos es muy agradable tener frecuentes ocasiones de ocuparnos de este asunto, y por lo mismo diremos que como no hay un entretenimiento, ni más noble, ni más fecundo en placeres que el de los espectáculos teatrales, con ningún otro tampoco podía celebrarse mejor el arribo de su excelencia a esta capital. Fue por este motivo que el colegio de Junín se apresuró a repetir en la noche del 6 la representación del drama sentimental el Verter; adornándola con una vistosa pantomima en que los jóvenes que la ejecutaron lucieron su agilidad y destreza, y con una de las piezas del célebre Moliere traducida al castellano, les Precieuses ridicules.

 

La ejecución de la comedia, tan perfecta en la primera vez, no lo fue menos en esta ocasión; y aun puede decirse que los actores dieron a conocer mejor sus aptitudes y lo bien poseídos que estaban, cada uno de sus personajes. En cuanto a la pieza representada en lugar de sainete basta decir que es composición del gran Moliere, para que los literatos se formen una idea de su mérito. Su objeto es poner en ridículo a las personas de uno y otro sexo, que desnudas de prendas que las recomienden, quieren brillar en la sociedad por los oropeles del vestido, por un lenguaje afectado y lleno de pedantería que reprueba el buen sentido, o por aires y maneras a que se da el nombre de elegancia y que solo sirven para hacerlas visibles. El autor ha traducido su plan de un modo que nada de la que desear; porque después de poner a sus personajes en el verdadero punto de vista que merece su extravagancia, el desenlace es tan natural como propio para cubrirlos de confusión, y retraer a sus imitadores de la ridícula pretensión de hacer en la sociedad un papel que no les corresponde. La ejecución fue inmejorable, y no desairó en nada al mérito de la pieza. Todos se desempeñaron bien, pero tuvieron más ocasión de lucir sus aptitudes, los jóvenes que representaron las partes de Mascarilla y Magdalena y otro petimetre, por la propiedad con que supieron imitar ese aire fatuo y pomposo de los elegantes exagerados, vulgarmente conocidos por filarmónicos.

  

Con el mismo fin de obsequiar a su excelencia dio el señor Rosquellas la noche del 8 ayudado de algunos individuos de la sociedad dramática del país, la representación de las dos piezas de Adolfo y Clara y de la Travezura. Nada diremos del mérito de ellas por no alargar este artículo, ni del desempeño del mismo señor Rosquellas y de su admirable hijo Pablito, que en todas ocasiones sostienen su bien merecida reputación. Más no debemos pasar en silencio el del dr. Gregorio Reinols en el papel de Cerverti; porque un consumado profesor no puede imitar con más perfección el carácter y todos los accidentes de un viejo astuto y suspicaz, que lucha por evitar lo que al fin le sucede. El socio don Mariano Larrazabal y los jovencitos Juan Chopitea y Bernardo Soto se desempeñaron con toda propiedad; los primeros en los papeles de Francisco y Ermantina, y el ultimo en el de payo Lucas, tan justamente aplaudido por ser la primera vez que se presenta en la escena. Sabemos que la academia de practicantes jurista prepara también en obsequio de su excelencia una función teatral; y que será muy sensible a la sociedad dramática que el corto tiempo que parece debe permanecer aquí su excelencia, la prive del placer de obsequiarlo con otra que se dispone, y que por circunstancias inevitables no podrá tener lugar hasta el de este.

 

No concluiremos el presente artículo sin volver a llamar la atención sobre la incivilidad con que unos cuantos señores se presentan en el coliseo con los sombreros encasquetados, faltando al respeto que se merece toda reunión, y dando motivo a que se forme una idea nada ventajosa de la cultura del país. Ya que no se enmiendan de esta falta con lo que hemos dicho otra vez, esperamos que la policía lo impida destinando un comisario que cele exclusivamente sobre este desorden y sobre el que todavía se comete por alguno que otro de fumar en el coliseo. Volveremos también a pedir a las señoras que toman asiento en las lunetas que no continúen en el injusto empeño de mortificar a los que tienen la desgracia de colocarse a sus espaldas, con ese bosque erizado de descomunales peinetas y morriones de plumaje que parece quisieran hacer legar hasta las nubes. Diremos, sin embargo, que las señoras del país se reformaron a la primera insinuación que se hizo sobre esto con una docilidad que hace honor a su educación y buen juicio; más como otras que no son de Chuquisaca se empeñaron en manifestar un alma grande superior al que dirán resulto de aquí que las primeras no quisieron ser menos; y con razón porque también tenía muy buenas peinetas que lucir. Más, a pesar de esto, les suplicaremos que en vez de imitar el ejemplo de unas pocas en lo que solo merece censura, continúen dando pruebas de su moderación y prudencia. Así se harán apreciables ante las gentes; mientras que las otras serán… una cosa parecida a las Preciosas ridículas.

 


El boliviano. No. 63. Chuquisaca, domingo 18 de mayo de 1834. (Tomo 2º). Pág. 2 

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