lunes, 1 de noviembre de 2021

Obituario de un maestro que cae en el olvido. La Nueva Era No. 88

CORRESPONDENCIA

 

Triste, sobremanera triste es ver desaparecer hombres prominentes que vuelves a la nada de donde salieron, pero sería aún más triste, más lamentable no hacer mención, no dirigir un recuerdo a la memoria de esos seres privilegiados cuando dejan de existir. Nosotros tenemos ahora este deber: la amistad nos obliga a ello, la amistad esa santa costura en expresión de Sócrates, ese don del Cielo concedido a los mortales para mitigar sus penas. Vamos, pues, a hablar de lo que fue un hombre extraordinario en su línea. La tarea es, a la verdad, sumamente dolorosa y superior a nuestros alcances; y como estamos con el corazón traspasado de dolor, la desempeñaremos con el eco de los gemidos, con ese profundo y respetuoso sentimiento que nos inspira el recuerdo de sus excelsas virtudes y con la admiración que nos causa la memoria de su genio artístico.

 

Este célebre personaje, es el Señor Pedro Ximenez Abrill Tirado que ha fallecido el día 12 del presente mes. Su muerte ha sido la de un buen cristiano, precedida de todos los signos y señales de un bienaventurado. Pocos días antes de morir, cuando se le creía aliviado de sus dolencias, se confesó y comulgó en la Iglesia del beaterio de Santa Catalina. Más ¡ay! ya no existe, y solo nos queda de él su desconsolante memoria. ¡Terrible e inexorable guadaña que cortas el hilo de la vida lo mismo al rustico que al varón más insigne! Pero, ¿qué es la vida? ¿qué es la muerte? qué: la nada. ¡Ah! se nos cae la pluma de la mano al contemplar esta nada….. más, entremos en materia; pero ante todo, ¿podrá encontrar eco alguno nuestra débil voz? ¿podrá nuestra pobre e insignificante pluma describir ni medianamente bien cualidades tan sobresalientes?

 

El Señor Tirado nacido en la ciudad de Arequipa, de la republica Peruana, prefirió establecerse en la Capital Sucre, país de sus más caras afecciones desde su juventud. El inmortal General Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, ese genio de la América, tan adelantado a su época fue el primero que como presidente de la republica propuso al Señor Tirado, a quien conoció desde el año 1823, que viniera aquí. El finado Dean Señor Fernández y el ciudadano Juan Esteban Lizárraga fueron comisionados para realizar el proyecto: seis mil pesos de renta anual fue lo que se le ofreció, porque decía el general Sucre, como conocedor a fondo del mérito y valor de las cosas, que quería premiar como corresponde una sobresaliente capacidad americana. Con el deseo de que cuanto antes se efectuara la venida, se facilitaron por el pronto 3.700 pesos de sueldo anual: se escribió al Señor Tirado para que inmediatamente se pusiera en marcha, librándole el general Sucre para el efecto 500 pesos de su peculio para viatico, y reiterándole la protesta de dotarle con los 6.000 pesos ofrecidos luego que se apersonara en esta capital. Cuando el Señor Tirado se prestó a venir, circunstancias que es mejor no referir, por indecorosas al personaje que en aquel tiempo fue Prefecto de Arequipa, impidieron el que por entonces viniera. Mas, después de algún tiempo, el general Santa Cruz, tan grande como Sucre, y dotado de un ilimitado bolivianismo, segundando la idea trajo al Señor Tirado, quien habiendo sido a la sazón llamado también de Lima, prefirió venir aquí, porque, como ya hemos dicho, desde su juventud, Chuquisaca fue el país de sus más caras afecciones. En esta ocasión en que también fue el Señor Lizárraga encargado para la negociación de esta venida, tuvo laguna parte en ella. Luego que el Señor Tirado se presentó en esta capital, el presidente Santa Cruz le nombró Maestro de Capilla de la Santa Iglesia Metropolitana y catedrático de música del colegio de Junín y de Niñas Educandas. Posteriormente cuando se puso en planta el nuevo plan de estudios, quedó suprimida aquella cátedra. Últimamente en cierto arreglo que en la administración Belzu se hizo y deshizo inmediatamente en el colegio de Educandas, quedó también suprimida la otra cátedra; más el general Belzu queriendo remunerar la pérdida del empleo, dio al Señor Tirado como en señal de aprecio, aunque con degradante mezquindad, la asignación de cien pesos anuales. De este modo quedó reducido este profesor a la maestría de Capilla, y con la miserable dotación de mil y cien pesos anuales. Vergüenza da poner esta suma al lado de la grandeza y magnificencia con que el General Mariscal Sucre quiso premiar el talento. 

 

Hablemos ahora del mérito artístico del Señor Tirado. Era un hombre extraordinario en su línea; un celebre compositor de música, de una imaginación y fecundidad admirables; era un genio, una notabilidad americana. Un distinguido literato boliviano dijo, que era el Rossini americano; otro distinguido escritor boliviano dijo, que no solo era el lujo del Perú y de Bolivia, sino de toda América. El Señor Rosquellas profesor distinguido música, y más distinguido aun por su modestia, desde que le conoció ha sido constantemente su admirador. Cuatro señores bolivianos educados en Europa, a uno de los cuales cortaron en Copacabana bárbara y brutalmente la cabeza, refieren, que, después de examinar atentamente el célebre Sor primer tocador de guitarra del mundo, una colección de composiciones del Señor Tirado para este instrumento, prorrumpió en esta exclamación: “si este americano a quien quisiera conocer hubiese estudiando la música en Europa, fuera Rossini y fuera todo el mundo musical”. Bástenos, pues, este elogio imparcial de boca de un inteligente supremo en la materia y prosigamos.

 

El Señor Tirado ha compuesto música instrumental tanto como el célebre Haydn, y más que los célebres Mozart y Beethoven; multitud de sinfonías, las más de ellas acuartetadas, varias concertantes y muchas en tono menor: circunstancia que le da, sin duda, la preferencia en este orden sobre los compositores europeos, de quienes vemos muy pocas obras de este género, pues la composición de una sinfonía en tono menor es de bastante dificultad; algunos quintetos, cuartetos y tríos de mérito; varios divertimientos y concierto a grande orquesta, de un mérito sobresaliente y obligados de violín, de flauta, de clarinete y de otros instrumentos que no recordamos, de igual mérito. Ha compuesto también muchas obras grandes para música militar de relevante mérito, entre ellas una en que introduce con gran maestría y gracia todos los géneros de la música peculiar de Bolivia y del Perú, como huaiños, yaravíes, collitas, cachuas y bailecitos. Ha puesto además en instrumental para música militar porción de piezas sacadas de las óperas de Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi, Meyerbeer & a. Haremos una mención particular de otra composición suya de primer orden, pues las circunstancias que la precedieron son dignas de referirse: oyendo el Señor Tirado tocar por primera vez el harpa armónica de 10 a 15 minutos a lo más, se le propuso que compusiera un Trio para este instrumento, flauta y violoncello; el aceptó sin vacilar la propuesta, y sin más conocimiento de aquel instrumento que el referido, y con solo una rápida ojeada que dio a un cuaderno de harpa para ver allí el modo especial de escribir música, e imponerse, digamos así, de sus peculiares modismos, presentó antes de ocho días un hermoso Trio concertante con andantes y alegros. Al tocarlo observó la Sra. Rind de Guevara, a quien fue dedicada la composición, que muchos pasajes eran adecuados más para piano que para harpa: entonces el propuso, que todos esos trozos lo acomodaría al piano, convirtiendo así el Trío en Cuarteto, la Señora accedió a la indicación, y antes de otros ocho días volvió a presentar un lindísimo Cuarteto concertante de harpa armónica, piano, flauta y violoncello.

 

Ha compuesto alguna música para piano, entre ella una colección de 50 valses con todo el gusto europeo del día. Para guitarra sí que ha compuesto más que los célebres Sor y Aguado y con un gusto florido y ameno; sonatas, variaciones sobre temas originales, andantes con rondós y alegros, grandes minués con alegros, valses y grandes valses, pastorelas y otras varias piezas con diferentes nombres; una colección de cien minués de bastante merito, litografiados en Europa; un divertimiento concertante para guitarra obligada, dos violines, flauta, viola y violoncello, otro gran divertimiento concertante para guitarra obligada, dos violines, dos flautas, violín y bajo: en esta composición introduce también el autor con maestría y donosura el género de la música peculiar del Perú y Bolivia de que hablamos ya, y la obra ha sido ejecutada en Europa con aplausos de todos los profesores que la oyeron y tocaron, y ha sido también litografiada allí, junto con algunas otras composiciones suyas; otro divertimiento concertante para dos guitarras, dos violines, dos flautas, viola y violoncello, un cuarteto concertante para guitarra obligada, violín, flauta y viola, y unos dúos, ya con flautas, y ya con violoncello.

 

Hablemos ahora de lo mucho que ha compuesto para música vocal: en la de estrado o salón con acompañamiento de guitarra y de piano más de 300 canciones de todo género, y entre ellas muchas de mérito; algunos duetos y tríos, y en uno de aquellos introduce el autor con la maestría y donosura que acostumbra el género de música peculiar de Bolivia y del Perú; himnos patrióticos y marchas, algunas de estas últimas piezas puestas también a orquesta. Pero en donde ha sobresalido y campeado más su genio creador, es en la composición de la música espiritual o de Capilla. Qué fecundidad en las armonías tan profundas como sorprendentes engalanadas con suaves y dulces melodías; que encanto en las cadencias; que contraste tan natural y agradable entre los pianos y los fortes; y que pompa y magnificencia en el conjunto o lleno de la composición. En este género de música, podemos decir que ha compuesto hasta con profusión; multitud de misas de gloria a 4 voces, a 3, a dúo y a solo, muchas de ellas a grande orquesta; varias de réquiem y de pasión a coro y a grande orquesta; no podemos continuar sin decir, que la introducción a una de las misas de domingo de ramos, es composición admirable, magnifica que llega a lo sublime; algunos invitatorios, Parce y Tedets a 4, a 3, a dúo y a solo, y algunos de ellos a grande orquesta: aquí tampoco proseguiremos sin expresar, que uno de los Parces y uno de los Tedets son composiciones de tan belleza que también llegan a lo sublime; himnos y canticos a 4, a 3, a dúo y a solo, entre ellos un Te Deum esplendido a coro y a grande orquesta; vísperas para 1ª y 2ª clase a 4, a 3 y a dúo, las de 1ª clase a grande orquesta; porción de villancicos para la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo; Lamentaciones a grande orquesta, a 4, a 3, a dúo y a solo; muchas cantadas o tonos al Santísimo, a la Virgen y a algunos santos; Misereres a coro y a grande orquesta y varios otros salmos. Compuso además en su juventud las Siete palabras de Jesucristo en la Cruz: composición digna de todo elogio. El célebre Haydn compuso también las Siete palabras para solo instrumental: los inteligentes elogian, y con razón, la fecundidad del autor al haber compuesto siete diferentes adagios; mientras que nuestro desconocido Tirado compuso en las suyas, no solo 7, sino 14 adagios y andantes, todos variados y en el tono menor. Tanto, o más admirable en este respecto es, otra selecta composición suya para las meditaciones del Quinario de la semana Santa con 15 diferentes adagios y andantes para instrumental, todos en tono menor, y uno de los adagios o andantes compuestos con uno de los géneros de la música peculiar de Bolivia llamado yaraví, cuyo encanto de esta clase de música suave y melancólica, solo conocemos y gustamos los bolivianos y peruanos.

 

El Señor Tirado ha tocado varios instrumentos; pero su fuerte fue la guitarra que ejecutaba muy bien; y como con ella hacia sus composiciones, esta circunstancia le hizo adquirir una facilidad rara para la modulación de armonías en aquel instrumento; así es que en este orden no podrían hacerle competencia ni los Sores y Aguados, ni los Huertas, Siervas y Amores, celebres tocadores de guitarra. Cuanto más habría brillado si hubiese hechos sus composiciones con el piano, que no tocaba, pero que conocía su diapasón y demás teóricamente. Este hombre singular con esa poderosa, vasta, inmensa cabeza, hacia sus composiciones sin partitura: admirable cualidad que tan solo los inteligentes en la materia pueden comprender lo prodigioso de ella. Nosotros hemos leído casi todas las biografías de los compositores de música más célebres del mundo, y en ninguno de ellos hemos encontrado que posea don tan precioso. Era como un Océano para la composición: cuando escribía música le atropellaban las ideas; y era capaz de componer sin cesar días enteros, sin que decayera su inagotable vena, y por esto varias de sus composiciones pecan de largas.

 

El Señor Tirado estudio la música vocal e instrumental de Hayden y Mozart, de Pleyel y Gyrowetz, y en sus últimos años la de Beethoven: no de otro modo hubiese progresado en tan alto grado, por más que la naturaleza le hubiese dotado, como realmente le dotó, de un talento musical extraordinario. Ha poseído casi toda la música vocal e instrumental compuesta por aquellos cuatro primeros autores, y mucha de la del ultimo. Para enseñar la música en los colegios de Junín y de educandas, escribió un opúsculo teórico sobre la música, de bastante mérito.

 

Desde que estuvo entre nosotros, se propagó aquí el gusto a la música: porción de sus discípulos y discípulas atestiguan esta verdad. Séanos permitido citar algunos de los más aventajados: la señorita María Isaac Mallo, a quien enseñó el solfeo muy bien, el conocimiento de lo que constituye el acorde perfecto y no perfecto, o falsas o disonancias, la modulación de armonías y el bajo numerado, habiendo de este modo llegado a ser una compositora de mérito de música de piano; la finada Señorita Isabel Arana, quien a no haber fallecido pudo haber llegado a ser una notabilidad en el piano, como ya lo es la Señorita Mallo; los jóvenes Mardoñez y Porcel, y todos los demás jóvenes que actualmente son músicos de la Metropolitana; los presbíteros Arámburu, Villegas y Roncal, el primero actual Sochantre del coro de la Iglesia Catedral y el ultimo musico del mismo coro; los doctores Rios y Sagardia, aquel gran tocador de flauta y este de guitarra ya finado; el doctor Calvimontes gran tocador de flauta, y demás compositor que ha dado a luz sinfonías, algunas piezas para bandas de música, misas, tonos y algunas cosas más; el doctor Prado muy buen tocador de clarinete y de requinto de este instrumento y el sobresaliente Arteaga gran tocador de guitarra y canto afamado.

 

Quisiéramos continuar, porque es mucho lo que pudiéramos escribir; pero terminaremos ya haciendo una ligera mención de las virtudes personales del Señor Tirado. Acaso hemos desnaturalizado este escrito; pero persuadidos de que seremos, tal vez, los únicos que nos ocupemos de la materia, nos ha dominado únicamente la idea de dar noticias, aunque breves, del talento extraordinario de este hombre, y que no quede tan desconocido su mérito como hasta ahora.

 

¿Qué podremos, pues decir de sus excelentes virtudes? ¿Diremos que fue la suma bondad; que fue un esposo inmejorable, un buen padre de familia; un amigo verdadero, un ciudadano pacífico? ¿Diremos que su modestia y humildad eran edificantes; que ni por asomo conoció la negra envidia; que era incapaz de obrar el mal, y que, dominado siempre por una especie de instinto, era conducido constantemente a hacer solo el bien? Pues, todo esto es nada: diremos si, que fue un ángel en figura humana…. Alma pura, candorosa, bondadosa, alma inocente, angelical descansa en paz, goza de la bienaventuranza y ruega a nuestro Dios y Señor por el bienestar de tu desolada y huérfana familia; clámale para que permita que el Gobierno supremo teniendo en consideración tu relevante merito, el anhelo y consagración con que serviste en la Metropolitana contribuyendo así al mayor esplendor del culto de nuestra Religión Santa y el haber abandonado tu país natal por Bolivia, alargue una mano protectora para que evite la miseria en que, sin su ampara, podría verse sumida.

 

Y nosotros ¿no podríamos elevar también hasta el Gobierno nuestra débil y suplicante voz? ¡Generoso y magnánimo general Córdova! Sé sensible a la desgracia, accesible a los ruegos. La munificencia en el mandatario es virtud celestial: una sola palabra tuya sacara de la orfandad en que ha quedado tan estimable como podre familia digna de compasión.

Y tú amigo bondadoso, intercede también al dios de las misericordias por la felicidad de quien esto escribe: recibe las lágrimas que constantemente consagrara a tu memoria tu leal amigo.

 

E. L. J.

 

 

La Nueva Era. Chuquisaca, Bolivia. 25 de junio de 1856, Vol. I, Nº 88. Pág. 5 y 6 

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